lunes, 6 de diciembre de 2010

Iglesias y palacios de Ávila

Solo una pequeña pincelada de las iglesias –algunas de las tantas iglesias—y de los palacios principales de la ciudad. Si tenéis oportunidad no dejéis de visitarlos. No voy a dar una clase de arte, ni mucho menos. Primero, porque no tengo, ni de lejos, los conocimientos necesarios para ello; segundo, porque si lo que queréis es conocer las características artísticas de los lugares que voy a comentar hay mil sitios mejor que éste, que digo mil… mil millones; y tercero, porque solo pretendo transmitiros mi sensación, lo que yo conozco, lo que yo he vivido y sentido cuando de niño y de joven pasaba junto a esas piedras, frías y secas, como las gentes que las habitan; serias y honradas, sin más pretensiones, como los que junto a ellas  aprendimos a crecer.
Iglesia de san Vicente.
Románico de transición al gótico.
Sin duda mi lugar preferido de Ávila; más que la Catedral o que, desde luego, la iglesia de La Santa, ésta mucho más turística por ubicarse en el lugar donde estaba la casa natal de santa Teresa, pero, desde luego, sin comparación desde el punto de vista artístico. San Vicente es una iglesia impresionante, austera y colosal, al mismo tiempo. Llena de armonía. Para estudiarla también es perfecta: planta de cruz latina, tres naves, bóveda de aristas… Tiene un pórtico precioso, románico puro, del mismo estilo que el pórtico de la Gloria, en Santiago de Compostela. Es una pena que algunas, por no decir que todas, de las figuras estén bastante deterioradas. Dentro de la iglesia, cerca del altar, está el sepulcro –cenotafio-- de los santos y mártires, Vicente, Sabina y Cristeta (yo no conozco mucho la historia, pero parece que fueron mártires de la época de las persecuciones romanas a los cristianos (ya sabéis, antes de Hipatia…) Hace poco tiempo han restaurado la obra y ahora aparece precioso con toda su policromía.  Aunque no seáis católicos, si tenéis oportunidad de oír una misa mañanera, lejos de los turistas, a las 8, ya no sé si la dirán… contemplad la bóveda y las columnas y el retablo barroco, mientas se oye al cura murmurar sin llegar a entender bien sus palabras. Es un espectáculo, con todo respeto, desde luego.
Santo Tomás.
Es un monasterio de dominicos. Pocos turistas lo visitan y es de lo mejor de la ciudad. Está un tano alejado del centro, pero en coche son cinco minutos y andando poco más. No os lo perdáis. Los reyes católicos se quedaban en él cuando estaban en Ávila; uno de los claustros –que debéis admirar— lleva su nombre. Hay que pagar para poder visitar los claustros (también hay un museo de cosas orientales, de las expediciones de los domínicos a Filipinas, pero no merece tanto la pena) y no os perdáis el coro de la iglesia, se accede desde uno de los claustros. La próxima vez que vaya me fijaré  en los asientos, a ver si tienen misericordias.  Imprescindible el sepulcro donde está enterrado el hijo de los reyes católicos, justo detrás de altar; si no hay misa podéis verlo con tranquilidad y a la iglesia se accede sin pagar.















La Catedral.
Es gótica, y sobre todo defensiva. Aunque se inició en el románico. El ábside forma parte de la muralla. Si os fijáis en la entrada situada a los pies de la planta, veréis que solo tiene una torre; siempre oí decir que se quedaron sin dinero para terminar la otra. Hay que pagar por entrar a ver el claustro –precioso— y las naves interiores. El coro vale la pena y el retablo es de Berruguete, creo que del renacimiento, es muy interesante. Desde la cabecera de la iglesia, bordeando la girola, se accede a la capilla de san Segundo. Echar una moneda para encender la iluminación, merece la pena.
Palacio de los Dávila.
Esta ciudad está llena de palacios. Pero palacios peculiares. Nada de esos de cine. Son medievales, pétreos, duros, fríos, austeros. Algunos de ellos son hoy museos (Los Deanes), hoteles (Valderrábanos o Los Velada, ambos junto a la Catedral), salas de exposiciones adquiridos por entidades financieras (Los Serrano) o edificios de administraciones públicas (Diputación provincial o el palacio de Justicia, junto a la iglesia de La Santa).
Avila palacios Palacio de Pedro Davila 1Pero yo me quedo con el de los Dávila. No se puede visitar, solo grupos organizados. Es privado y vive gente, supongo que sus dueños. Estar en su interior, durmiendo entre sus paredes, debe ser como vivir en otro tiempo, transportarte a épocas de conquista y romance, de luchas y festines, de nobles y vasallos.


Cuando ya no podáis más de ver tanto arte y tanta piedra de otros tiempos, meteos en algún bar, en cualquiera y tomaros un buen pincho, y si la pasta llega para un chuletón... ni te cuento.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Un paseo por Ávila: la muralla, defensa y arte

Teniendo en cuenta mi inexperiencia en este tipo de medios de comunicación y considerando que este puede ser un buen instrumento para compartir inquietudes, conocimientos, dudas y, por qué no, quizá también soluciones y respuestas, he optado por comenzar hablando un poco de mis orígenes.
No sé si conoceréis Ávila. Es una ciudad pequeña y hermosa, dura y encantadora, fría –desde luego--, pero acogedora. Entre nosotros, es una ciudad histórica. Si tenéis la oportunidad de dar un paseo por sus calles empedradas y estrechas, rodeadas de palacios defensivos y sólidos, podréis imaginar sin dificultad que por allí han pasado personajes importantes: unos mejores y, otros, no tanto. Pero allí han pasado cosas.
Ávila fue una pieza importante en el desarrollo de la reconquista peninsular. Tras la conquista de Toledo por Alfonso VI, en 1085, había necesidad de repoblar las extensas tierras de la meseta castellana.  El encargado de esta tarea en la ciudad de Ávila fue el yerno del rey, Raimundo de Borgoña.
Con los años pasarán por allí reyes y reinas de Castilla (en un precioso monasterio dominico —Santo Tomás— está el sepulcro del infante don Juan, el único hijo varón de los Reyes Católicos [si tenéis oportunidad no dejéis de ver ese monasterio, suele pasar desapercibido a los turistas]) y santos y santas de la Iglesia famosos en toda la cristiandad.

Pero volvamos a la muralla. El citado Raimundo fue el encargado de ordenar su construcción, la cual  se prolongó desde 1090 a 1099, según la generalizada creencia; no obstante, los estudios más recientes han puesto de manifiesto que su datación real es algo más tardía, comenzando su ejecución a mediados del siglo XII para acabar en los últimos años de dicha centuria (GUTIÉRREZ ROBLEDO, José Luis. Historia de Ávila. Institución “Gran Duque de Alba”, 2ª edición, 2003, tomo II, p.p. 481 y ss.)

No vamos a negar que a lo largo de casi mil años se han necesitado rehabilitaciones, pero, os aseguro, para el que no haya tenido oportunidad de contemplarla, que se conserva extraordinariamente bien. De hecho es la única muralla románica de España que se mantiene completa. Tiene planta rectangular y rodeaba totalmente a la ciudad, con su imponente aspecto defensivo.

Para el que disfrute con los datos, debe saber que tiene una longitud de algo más de dos kilómetros y medio y nueve puertas o arcos de acceso a la ciudad. Aún hoy por muchos de ellos existe circulación rodada, así que tened mucho cuidado si pasáis por ellos en coche, no sea que destrocéis alguna piedra. Tenía en su origen 88 cubos o torreones (son esa especie de cilindros salientes del muro que se ven en las fotos) y 2.500 almenas. En el siglo XVI fue eliminado uno de los cubos junto a la cabecera de la Catedral, para llevar a cabo la construcción de la capilla de san Segundo anexa al templo y consagrada al patrón de la ciudad –si tenéis ocasión podéis acceder a dicha capilla por la calle del mismo nombre, sin tener que pagar la entrada a la Catedral, y echad una moneda para iluminar el interior, es sobrecogedor--.

Si tenéis la suerte de ir a Ávila no os paréis solo a probar su deliciosa carne, subid a la muralla, ya hay muchas zonas que se pueden visitar y recorrer… soñando lo que debían sentir quienes, hace mil años, se asomaban a sus almenas para defender a sus habitantes.